He experimentado episodios severos de depresión, desde mi adolescencia. Mis sentimientos negativos provocaron en mí una baja autoestima durante mis días de escuela. No pasé un momento agradable en la escuela y hasta la fecha he estado traumatizada por todos esos días.

Fue durante mis últimos años de adolescencia que comencé a tejer. Estaba obsesionada con esta labor. Después de un día desagradable en la escuela o la universidad, llegaba a casa y, en lugar de sumergirme en sentimientos negativos, me concentraba en tricotar. Creé muchas prendas hermosas de las que podia sentirme orgullosa. Tejer trajo pasión y entusiasmo a mi vida.

Por esa época, me uní a un grupo que tricotaba donde la mayoría de las personas tenían alrededor de 20 años. La comunidad me aceptó con los brazos abiertos y encontré a las personas que más necesitaba. Al final de mi adolescencia, comencé a trabajar en mi localidad, en el departamento de labores, de unos grandes almacenes. Aquí, vendía lanas muy bonitas y enseñaba a la gente a tejer.

Una de mis alumnas era una señora diagnosticada con graves problemas de salud mental. Estaba internada en una unidad psiquiátrica cercana, pero solo se le permitía salir de la institución para comprar lanas. La mayoría de los sábados, ella estaba allí. Nos sentábamos a la mesa y tejíamos juntas. Para ella, el tejer era cómodo y se sentía feliz. Cuando tejía, se distraía del dolor que sentía todos los días

Afortunadamente, desde entonces, la oscuridad de la depresión y la negatividad no me ha visitado apenas. Sin embargo, los sentimientos de ansiedad siguen siendo parte de mi vida diaria. Los mantengo mayormente bajo control con mis labores. Ahora, cada vez que me abruman las preocupaciones, simplemente tejo. Medito, manteniéndome en el presente. El movimiento repetitivo de tricotar calma el torbellino de mis pensamientos llenos de ansiedad.

Tenía ocho años cuando el tricotar se convirtió en parte de mi vida. Mi mamá me había enseñado a tejer. Ella misma comenzó cuando era joven y le enseñó su jefa. Comencé con el estilo continental y con el tiempo, dominé esta manualidad. . Aunque me llevó unos buenos años llegar a una cómoda "velocidad de crucero". Años más tarde,, mi madre me dijo que nunca entendió mi amor por el tricotado, pero tuve la suerte de que compartiera sus habilidades conmigo. Nunca dejé de tejer ni abandoné mis agujas.

Me aficioné a tricotar cuando estaba embarazada de mi primer hijo. Aunque yo era muy joven, estaba muy emocionada por tener un hijo. Estaba ansiosa por ser madre desde una edad temprana. Después del nacimiento de dos hijos, realicé varias labores para tejer suéteres, sombreros y calcetines en tamaños pequeños.

Nunca dejé de tejer, incluso cuando pasé por todo el calvario de un terrorífico matrimonio. Después de 16 años y muchos problemas terminé con mi matrimonio. Durante el tiempo de legalidades y dificultades, tejí nueve suéteres a lo largo de dieciocho meses. Seguí tejiendo incluso cuando cambié de casa, conseguí un nuevo trabajo y tuve que sufrir el distanciamiento de mi primogénito.

Siete años después, conocí a mi segundo marido. El hombre era viudo, con una hija pequeña y pensé, que éramos una pareja "destinada a ser el uno para el otro”. Durante nuestro tiempo juntos, me mudé con éxito, hice renovaciones en el hogar, cambié de escuela y trabajo, y sufrí la pérdida de un hijo. Estaba segura de que teníamos los ingredientes para crear una buena vida juntos, y desafortunadamente, me equivoqué. Resultó que mi segundo matrimonio estaba condenado desde el principio. Mi esposo estaba viviendo una vida secreta de deshonestidad y complejidad con otras mujeres. Se hizo necesario para mí seguir adelante y obtener un segundo divorcio. Fue otro doloroso momento. Una vez más, reinicié mi vida, no sin una enorme tristeza. Me mudé a una zona rural y a una nueva forma de vida.

A lo largo de todo este proceso, el tricotar fue lo único que no abandoné. A menudo tenía un par de agujas en la mano cada vez que me sentaba. En ese momento, mi primera hija, tenía un bebé y yo había vuelto a tejer. Una vez más tuve la alegría de crear pequeños artículos para un niño muy deseado y querido. Tejer me ha salvado la vida más de lo que puedo contar y siempre me ha ayudado a seguir adelante. El tricotar me hizo ver que había un futuro. Aunque era muy diferente de lo que me había imaginado, era algo a lo que podia agarrarme y continuar hacia adelante.

El simple acto de hacer algo es un acto de esperanza. Significa que alguien se beneficiará del tiempo que se invierte en la elaboración de alguna prenda. Aunque la energía que gastaste en tejer viene acompañada con una dosis de lágrimas y dolor, significa que tomaste una determinación para seguir adelante.

Después de un diagnóstico de cáncer, encontré mi salida a mi miedo practicando el tricotado. Cuando empecé mi propia batalla contra el cáncer, hice varias cosas para continuar luchando. Empecé a escribir mis sentimientos en un diario. Empecé a hablar con otros supervivientes (tú ya lo eres desde el momento del diagnóstico). Intenté mantenerme lo más activa posible, incluso aunque tú lo único que hagas es salir de la cama y sentarte en una silla, pero fue el tricotado lo que me salvó mi vida.

Durante los meses de fuerte quimioterapia y de sesiones de hospital, terminé cinco sombreros, un chal y una bufanda. Empecé sin acabarlos, dos jerseys y un par de calcetines. El tricotar dió un sentido a mi vida y a mi lucha contra el cáncer. Fue el camino que elegí para que el tiempo transcurriera y me distrajo, la mayoría de veces, de la ansiedad y del miedo.

El tricotar de forma rápida me hizo ver que era una actividad que lo podía hacer todos los días y en cualquier momento. La idea que tenía es que cuanto más rápido tricotara , mi cáncer se desarrollaría más despacio. Empecé creyendo que si compraba suficiente lana y si tenía diversas labores proyectadas, San Pedro no me llamaría a la puerta, hasta que las tuviera acabadas.

La quimioterapia junto con otros tratamientos me hicieron muy lento el tiempo y el tricotar me hacía pasar las horas del reloj más rápido. Me despertaba a primera hora del día y empezaba a tricotar hasta el final de la mañana. Incluso hasta cuando estoy en el hospital enganchada a una máquina, deseo volver a mis agujas y seguir tricotando.

Los días buenos que pasaba, tricotaba sin descanso, mientras que los malos que también tenía, me costaban horrores pasar los puntos. Las pasadas de las agujas de tricotar a través de las lanas se convirtieron en mi propio rosario. La velocidad con la que tricotaba era mi canción de guerra con la que me podía tranquilizar.

Mientras tricotaba, yo podía controlar mis sentimientos desde la lejanía. Era imposible tricotar y llorar a la vez; por lo que tricotaría. Cuando mi mundo con frecuencia era muy duro de llevar, yo seguía tricotando, me llenaba de belleza y de colorido. Era mi método de controlar mi mente y mi cuerpo.

La pasión por el tricotado era un faro de esperanza y de ilusión para mí. El cáncer no me impedía ver la belleza a mi alrededor. Soy tejedora y lo puedo hacer en cualquier momento.

“Vanessa es una artista de los pies a la cabeza, artesana, amante de las manualidades y blogera en las redes, vive en Minneapolis, Minnesota. Cuando ella no tricota, mantiene sus manos ocupadas con manualidades y trabaja para una sociedad de donación de órganos. Puedes saber más de sus aventuras de supervivientes en Mixed Martial Arts and Crafts”.

Hace casi diez años, tuve un accidente automovilístico. Como resultado, sufrí un período de depresión. Durante este tiempo comencé a coser punto de cruz. Me impidió pensar en todo lo que me había sucedido. Esta actividad me trajo a mi mente paz y una sensación de estímulo impresionante. Ví los resultados rápidamente, pues solo necesitaban mi aprobación. Durante este tiempo, mi esposo me compró varios kits de punto de cruz. El punto de cruz se convirtió en mi lucha para lidiar mis sentimientos y miedos. Una vez que me recuperé del accidente, las labores se fueron a los rincones ocultos de un armario.

Más tarde, me diagnosticaron depresión posparto después del nacimiento de mi primer hijo. Una vez más utilicé la costura cómo medio de distracción. Me funcionó una vez más, y después de un tiempo lo abandoné.

Desde entonces, me he dedicado al tricotado y ha sido un salvavidas para mí. Tejer ha traído colores y sonidos a mi mundo. Siento un gran placer cuando mis hijos y mi esposo piensan que mis creaciones son maravillosas. Muchos de mis amigos y familiares han recibido mis regalos de punto. Tejer me ha hecho no tener miedo de sentirme "deprimida" o mal. Sé que mi tricotado me mantiene unida con las personas que amo.

El tricotar me ha traído esperanza a mi vida y una fé ciega en mí misma. Una vez, tengo mi autoestima muy alta.